¿Mis experiencias acerca de la salud?
Mis experiencias acerca de la
salud comienzan el 9 de septiembre de 1988, concretamente a las tres de la
madrugada. ¿Por qué esa fecha? Porque es el día que yo nací y a partir de
entonces aquella persona pequeña pero “rechonchita” se expone al mundo, un mundo lleno de
cambios, cambios que suceden sin apenas percibirlos, solo reconocibles en
momentos como éste, en los que te das cuenta que aquello que dicen nuestros
padres o abuelos de: “la salud es lo más importante” verdaderamente es así.
Como futura maestra de infantil me
gustaría empezar mi relato por las experiencias más recientes y actuales y ,por
ser éstas así, analizarlas desde una perspectiva más crítica pues, en mi
opinión, hoy en día en nuestro país, la salud y la ausencia de ella están
estrechamente unidas a la situación de
crisis (económica, de valores…) actual. No siempre ha sido así, por lo que me
gustaría terminar este relato con mis primeras experiencias en la salud o al
menos las primeras que recuerde. ¡Comencemos!
Ahora más que nunca sabemos cuáles son
los beneficios de una vida saludable. En gimnasios, libros, revistas, hasta en
los anuncios de televisión nos dicen los alimentos que son buenos o
perjudiciales para nuestro colesterol, glucosa, para nuestros músculos, huesos
y hasta para aumentar la memoria, estar más ágiles…pero ¡sí!, tenemos más
conocimientos de nuestro cuerpo y nuestra dieta pero nuestros hábito de salud
al contrario que los avances médicos empeoran.
¿Mis experiencias actuales acerca
de la salud? Como ya he mencionado, pienso que la salud está estrechamente
unida con la época, costumbres, hábitos sociales…y queramos o no con la
economía.
Se podría decir que llevo una
vida saludable si con ello nos referimos a una dieta sana, deporte…pero no todo
es eso ¿ no? Si me centro en el estrés, preocupaciones, nerviosismo…, lo que
contribuye a lo que podríamos llamar “salud mental” y que incide e influye en
nuestro bienestar físico, mi vida no es tan saludable. En ese sentido he sido
siempre una persona muy nerviosa, otros dicen que inquieta, especialmente en mi
adolescencia. Por aquel entonces, y hablamos solo o ya de hace ocho o nueve
años, era como ya he mencionado una persona muy nerviosa. No debemos olvidar
que la adolescencia se caracteriza por la vitalidad, inquietud y dinamismo,
pues bien, yo todo eso lo cumplía a la perfección. En cuanto a la dieta, mi
entorno (profesores, amigos y familiares) se preocupaban excesivamente por mi
delgadez. Episodios en los que profesores llamaban a casa preguntando a mi
madre y claramente insinuando que podía padecer anorexia eran constantes. ¡Nada
más lejos de la realidad! Contrariamente a lo que parecía me alimentaba
perfectamente, es más, todos aquellos alimentos que mis amigas odiaban: frutas,
verduras, pescado…a mi me encantaban y , en palabras de mi médica, era una niña
sanísima. Éste es un ejemplo en el que una imagen saludable y viceversa no
implica el estar más o menos sano.
Está claro que durante la
maduración se desarrolla una manera de ser y de vivir que dependen del entorno,
tanto o más que los factores biológicos. En esa manera de vivir se incluyen los
hábitos propios de la adolescencia, la rebeldía incluso en la dieta, el
pasotismo…Todos mis amigos se alimentaban casi exclusivamente de chuches,
hamburguesas y bocadillos de nocilla; por suerte para mí, y especialmente para
mi madre yo no compartía esos hábitos con mis compañeros.
En cuanto a la niñez, los hábitos
saludables estaban más presentes en la escuela, hábitos que cada vez se pierden
más hoy en día en los centros escolares. Estaban presentes, pues formaba parte
de la rutina matinal el enjaguarse la
boca con flúor y cubrir una ficha donde te decía como lavar los dientes
perfectamente, como ahorrar agua…; también formaba parte el tomarnos un brick
de leche que nos repartía la profesora a todos los alumnos a primera hora de la
mañana. Todo ello se convertía en hábitos y costumbres que esperábamos
ansiosos. Alejándome un poco y viéndolo desde una perspectiva más adulta, pienso
y observo que se debería de aprovechar esa edad en la que tienen una alta capacidad
de aprendizaje, pues es una gran oportunidad que los principales agentes
socializadores (familia y escuela) tienen para inculcar esos hábitos.
Poco a poco me acerco a mi
infancia, a esos primeros años de vida de los que más que recuerdos tengo
testimonios, anécdotas…En esos primeros años y coincidiendo con mi inicio
escolar fue cuando tuve mi primer contacto con el mundo del deporte. No lo he
mencionado, pero tengo una hermana mayor por lo que la elección de mi primer
deporte estaba clara: baloncesto como mi hermana. En mi familia, la práctica de
un deporte era esencial y casi obligatoria pues para mi madre el estar sanos incluía hacer algún
tipo de ejercicio físico.
Antes de mi escolarización, es
decir, los primero años de mi vida, fueron los típicos de cualquier niño o
bebé. Era comilona o eso dicen, ninguna enfermedad ni fractura, solo los
típicos catarros y cólicos que padece cualquier bebé. Como ya he dicho era muy
comilona y esa fue la causa de mi única hospitalización. Nueve meses tenía
cuando mis lloros causados por mis ganas de comer hicieron que me cayera del
capacho y me golpeara la cabeza. Al parecer el golpe había sido grave pues
permanecí ocho días en la UVI de los cuales los primeros se temía por mi vida.
Pues bien, llegamos a ese
momento, a los primeros días de vida, a aquel nueve de septiembre en el que
preparada o no me tocó enfrentarme al mundo y en los que al principio con ayuda
y luego ya sin ella, mi bienestar, mis hábitos y mi salud marcaron gran parte
de mi personalidad y de mi vida. Por eso no olvidemos como sociedad, personas y
futuras maestras que jugamos un papel muy importante en lo referente a hábitos
saludables y que no se trata solo de hábitos o costumbres sino de salud y
creamos o no de valores.